Clarissa Dalloway

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viernes, diciembre 30, 2005

Pensar en blanco

No creer para no sentir, pero aun así, sintiendo. Pasear y dar vueltas y vueltas hasta que paras y te das cuenta de que vas eligiendo cada pisada(como si eligieras el suelo más especial) y no te fijas en nada más, solo en el suelo, en las piedras, en las hojas y en los ojos que hace siglos que no ves más que en tus sueños, día tras día, paso tras paso. Iba así, sin pensar, nunca creyó en eso de controlar los pensamientos hasta llegar a tener la mente en blanco, y cuando lo consiguió (aunque muchos años más tarde) descubrió que eran esas pisadas las que le hacían volver siempre a sus palabras, a sus gestos y a esa felicidad que contagiaba con tan solo una sonrisa.
Quién diría que tendría valor para volver a mirar su rostro, para hablarle a sus labios, esos labios que un día besó y con los que sueña cada noche, al tumbarse y pensar. Pensar en las piedras, y en las hojas, y en el azul de cada sueño, de cada caricia antes de dormir. Lo necesitó hasta que no pudo más, hasta que los pasos ya no le servían, ni tampoco el olor de otro perfume antaño deseado, ni otras caricias al despertar, hasta que fue en su busca y descubrió que ya no le necesitaban, entonces se olvidó, olvidó sus propios deseos y se halló en los suyos. Y entonces necesitó no volver a arriesgar para no volver a sufrir, fue entonces cuando descubrió que su rosa ya no creía para no tener que sentir.