La Tercera Guerra Mundial
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller
Día 1
Recuerdo,
hace años, como silenciaban el telediario al retrasmitir imágenes bajo el
título de “no comment”
Pedradas,
disparos, montañas de cuerpos, rostros desfigurados ahora con sonido, a todo
color y en pleno directo. Mientras saboreo el almuerzo veo como alguien cae
abatido. Cambia la piedra de su mano por una bala en su estómago. Quizás no
haya muerto todavía.
Voy
a por el postre.
Día 2
He
visto muchas de ellas. En mi ciudad hay miles construyendo ahora mismo. No sé
cuánto vale una, pero seguro que mucho más que una vida. No pensé que
tendría que respirar el mismo aire que ellos pero, a pesar de la distancia, lo
hago. Sus cuerpos desfilan por la pantalla del televisor. Usan grúas para
elevarlos de manera lenta, evitando que se rompan el cuello, haciendo así su
muerte lenta y dolorosa por asfixia.
Las
cuerdas giran, los cuerpos también. Los zapatos caen, y los vómitos, y el
orín.
Algunas
empresas de maquinaria de construcción dejarán de vender allí su mercancía algún tiempo. No les da buena imagen.
Día 3
Por
fin terminaron de recuperar el parque nacional. Ya era hora, llevan más de 5
años gastando dinero en eso. Quizás vayamos el próximo puente, a los niños les
gusta corretear por esos sitios. Me llevaré la réflex.
Qué
calor, al final los ecologistas van a tener razón con esto del cambio
climático. Voy a poner un poco el aire acondicionado mientras el documental me
ayuda a dormir.
Día 4
Una
madre sentada en el balcón de un 8º piso. La acaban de despedir. Sólo piensa en
su hijo disminuido. Por él salta y por él muere. Ahora el estado se hará cargo
de él, ella ya no podía porque a nadie le importaban sus problemas. Al menos
alguien la recogerá del suelo e impedirá que le saquen fotos a su cuerpo
inerte, será lo más bonito que hagan por ella, limpiar su sangre del suelo y de
su frente antes de maquillarla para el funeral.
Nunca
fui a su país, pero no creo que vaya en un tiempo, no quiero sentir tanta
tristeza en sus gentes. Ya iré cuando todo mejore.
Día 5
Hoy
una clienta andaba preocupada por el estado de su empresa. Dice que no cree que
la despidan -primero caerán los grandes- dice.
Pienso
en la aquella película sobre la 2ª guerra mundial. El protagonista se pregunta,
aún sin decirlo, cuándo acabarán con su agonía. Esta vez no, tranquilo, es la
sangre de tu vecino la que pinta el césped ignífugo.
Día 6
Los
jóvenes han salido a la calle. Qué bien. Esto hay que cambiarlo y hay que
gritar.
Yo ya iré a la siguiente, con
niños no se puede hacer nada.
Se me cerraron los ojos pero me
despertó el volumen del televisor. Golpes, gritos, desalojaban a los
manifestantes.
En
facebook un contacto subió el video de una joven golpeada, vejada. Sus
moratones no aparecerán nunca en su historial médico. Son las consecuencias de
la guerra. Una guerra que no tiene muertos, solo perdedores.
Día 7
Nunca
he sido demasiado puntual, pero hoy llegué antes al trabajo. Mi jefe ya estaba
allí. Me hizo un café y me dijo que no podía seguir pagando mi sueldo. No estoy
preocupado, seguro que encuentro algo mejor, hacía tiempo que estaba pensando
cambiar de trabajo. Unos meses cobrando por no hacer nada no está tan mal.
Día 8
Peleas,
peleas, peleas. Sin trabajo no hay dinero y sin dinero no hay amor. Se han ido.
Me han dejado.
Día 9
Mi
perro ha muerto. Mis últimos ahorros los gasté en él, pero no fue suficiente.
Lo dejé morir en mis brazos. Noté como era yo quien impedía su latir con mis
manos. Lo envolví en una manta, lo metí en una bolsa y lo tiré a la basura.
Dinero,
jodido dinero, vales más que una grúa, vales más que mi perro, vales más que
yo.
Pienso
en mi abuela tapada hasta la cabeza esperando que pasara la tormenta. Le
recordaba a las bombas que explotaban en su pequeña cabeza de 9 años. Hambre,
frío, enfermedad...
Día 10
Esta
guerra golpeó mi cabeza contra el suelo, aún podía respirar, pero ya había
muerto.
Mi
ataúd era invisible, pero mi mente imaginaba cada esquina de madera, el olor a
tierra, la desesperanza de saberme triste. No había lágrimas sobre mí, como
tampoco las hubo en cada suicidio anónimo.
Me
quedaré aquí hasta que empiece a oler mi propia culpa. Debí haber gritado, debí
haber hablado, debí, al menos, haber susurrado. Debí, debí, debí…
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