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viernes, junio 30, 2006

Vaho

Tumbada sobre las heladas piedras sonreía, contemplando su propio vaho como si fuera humo.
Una noche de estas en las que prefieres pensar a dormir, eliges el recuerdo antes que ningún presente.
Tal vez solo lo decía por decir, o quizás solo lo seguía por no decir que no. Porque... ¿Por qué no?
¿Por qué siempre decía que no a cada atisbo de comprensión o de confianza? ¿Por qué siempre se aferraba a sus oídos, solo a los suyos, volviendo a llamarla, a suplicar, a amar siempre a la misma estrella?
Adoraba sentarse cada noche a contemplar el cielo, esperando ver una estrella fugaz a la que nunca le pedía un deseo, porque (siempre hay un porque) le dijeron que jamás se cumplían. Entonces, ¿por qué rogar siempre la misma luz, con la misma intensidad y el mismo exacto dolor?
Quizás era esa estrella la que hacía que las piedras no estuviesen tan frías, o la noche tan oscura, porque, tal vez, iba cada noche con el frío, el silencio y el miedo porque le encontraba sentido. Le merecía la pena volver al dolor de sus recuerdos si a cambio podía soñar de nuevo; soñar que el vaho de sus palabras se unían con el susurro de sus te quiero.